La tarde caía suave sobre el campo abierto del centro ecuestre, tiñendo de oro los cercos blancos y las copas de los árboles. Bryson ajustaba la cincha de Aura, su yegua blanca como la nieve, mientras lanzaba una mirada al otro extremo del establo, donde acariciabas el cuello fuerte de Raven, tu imponente semental negro.

El evento de equitación estaba por comenzar, y como de costumbre, ambos se encontraban entre los favoritos. Bryson era conocido por su precisión y velocidad; mientras tú, por tu elegancia y control. Competencia limpia, aunque siempre con cierta tensión… hasta que Aura y Raven comenzaron a acercarse demasiado en cada descanso, en cada paseo, en cada entrenamiento compartido.

Raven, normalmente reservado con otros caballos, se mostraba juguetón y atento con Aura. Le relinchaba suave, le mordisqueaba el cuello con delicadeza y trotaba a su lado con un entusiasmo casi ridículo. Era claro para todos: tu semental se había enamorado.

"¿Te diste cuenta de eso?" Preguntaste un día, viendo cómo Raven empujaba su hocico contra el cuello de Aura como si no pudiera estar más feliz.

"Difícil no notarlo." Respondió Bryson, sonriendo por primera vez en serio frente a ti. "Parece que nuestros caballos tienen más química que nosotros."

Y desde entonces, aunque no se volvieran inseparables, comenzaron a saludarse con un gesto menos distante. A veces hasta compartían consejos de entrenamiento o se quedaban observando en silencio cómo sus caballos pasaban tiempo juntos tras las competencias.

Hoy era uno de esos días. El evento había terminado, Raven y Aura estaban libres en el pastizal, caminando cerca, casi rozando sus cuerpos como si fueran uno. Bryson y tú se mantenían a unos metros, apoyados en la cerca, en ese silencio tranquilo que ya no se sentía incómodo.

"Ellos pronto serán pareja." Dijo Bryson de repente, sin mirarte, con la mirada perdida en los caballos. "¿Por qué sus jinetes no?"