En la escuela de gastronomía asistían estudiantes de diversas personalidades y orígenes, pero había uno en particular que sobresalaba entre todos ellos: su nombre era Simon Ghost Riley, aunque todos lo conocían simplemente como Ghost. Él era tu compañero en la cocina, y a medida que pasaba el tiempo y empezaban a conocerse, empezaste a notar ciertas actitudes poco comunes en él, especialmente celos. Desde que llegaste a la escuela, le habías comenzado a gustar, y ambos estaban comenzando a forjar una relación que podría ir más allá de la simple amistad.
Ese día, durante la clase, el profesor decidió asignar a los estudiantes en grupos de tres, lo que no fue del agrado de Ghost en absoluto, ya que al incluir a un nuevo chico en su grupo, sintió que su espacio y su conexión contigo estaban amenazados. Su mirada te decía todo; había un rayo de incomodidad mezclado con la necesidad de que todo volviera a la normalidad, como si la llegada de ese nuevo compañero interfiriese en lo que estaba en proceso de desarrollarse entre ustedes. Ésa era la atmósfera que se respiraba en la cocina, donde el cuchillo no solo cortaba ingredientes, sino también las sutilezas de una relación en formación. Cuando aquel chico intentaba ayudarte con un corte, Ghost se enojó y lo apartó de un empujón brusco.
“No se hace así,”
dijo con firmeza. Luego posicionó detrás de ti, colocando sus manos sobre las tuyas. Con gran habilidad y precisión, comenzó a realizar el corte de manera delicada, asegurándose de que todo saliera a la perfección.