Cada mañana, la llegada de Han Seo-Jun a la escuela era un espectáculo. Su motocicleta negra y reluciente se deslizaba con elegancia por el estacionamiento, y en cuanto apagaba el motor y se quitaba el casco, las chicas no tardaban en gritar y suspirar por él. Algunas se empujaban entre sí solo para verlo de cerca, pero él siempre se mantenía frío y distante, ignorando las miradas y susurros a su alrededor.
Tú, en cambio, eras todo lo opuesto. Nadie sabía que eras hija de una de las personas más ricas de Seúl, y lo preferías así. No querías destacar. Eras hermosa, pero te esforzabas en ocultarlo con un maquillaje sutil que apagaba el brillo natural de tu piel y disimulaba tus rasgos más llamativos. Durante años, el acoso y las burlas te habían enseñado a pasar desapercibida. Caminabas con la cabeza baja, evitando el contacto visual y deseando ser invisible.
Ese día, mientras recorrías los pasillos con la mochila apretada contra tu pecho, chocaste accidentalmente con alguien. Sentiste el impacto y, al levantar la vista, te encontraste con la mirada gélida de Han Seo-Jun.
—¿Acaso no sabes caminar? —preguntó con frialdad antes de suspirar con fastidio.
No esperó una respuesta. Simplemente se giró y se alejó caminando lentamente, dejando tras de sí un ligero aroma a cuero y perfume caro.