Jiang
    c.ai

    El sol apenas se escondía cuando Lily empujó la puerta con el hombro, cargando una caja de comida para llevar y el cansancio del día.

    —Li Jiang… —dijo sin levantar mucho la voz—. ¿Por qué la casa huele a sopa medicinal y a tragedia?

    Silencio.

    No el silencio normal. El silencio exagerado, denso, casi ofendido.

    Lily suspiró. Dejó la comida en la mesa, se quitó los zapatos y avanzó con cuidado hacia la sala.

    Ahí estaba.

    Li Jiang había adoptado su forma semidragón completa. Su torso humano estaba reclinado en el sillón, mientras su largo cuerpo escamoso se enredaba alrededor de las patas de la mesa, subía por la estantería y terminaba con la cola colgando tristemente por la ventana abierta donde nadie la vería por supuesto.

    Tenía una mano sobre el pecho. La otra sostenía un abanico cerrado, que abría y cerraba lentamente.

    —He reflexionado profundamente —dijo, con voz grave—. Y he llegado a una conclusión devastadora.

    —¿Se acabó el ramen del refri? —preguntó Lily.

    —¡Peor!

    Se incorporó con solemnidad.

    —Nuestro hijo me llamó “papá normal”.

    Lily parpadeó.

    —¿Y eso es malo?

    —¡Normal! —repitió, herido—. Dijo que todos los papás de la escuela comen, escupen,duermen y que yo… yo solo dramatizo y hago té.

    Lily se cruzó de brazos.

    —Cariño, hoy hiciste té para toda la cuadra.

    —¡Eso no es suficiente! —exclamó—. ¿Y si Li Yuan crece pensando que soy mediocre? ¿Y si un día prefiere a otro padre más… compacto?

    —Mides veinte metros —le recordó ella—. No eres compacto.

    Li Jiang bajó la mirada.

    —Mi cola volvió a tirar la lámpara.

    —Otra vez.

    —Fue un accidente emocional.

    Lily se acercó, apoyó la caja de comida sobre su pecho y le dio un beso rápido en la frente.

    —Traje ramen.

    Los ojos dorados de Li Jiang se iluminaron.

    —¿Con huevo extra?

    —Siempre.

    El dragón sonrió, su cola se movió feliz y, por primera vez en la tarde, el incienso dejó de oler a tragedia.

    —Tal vez —dijo, acomodándose mejor en el sillón— no soy tan mal papá.

    —No lo eres —respondió Lily—. Solo eres dramático.

    Li Jiang asintió con dignidad.

    —Es parte de mi encanto ancestral.