No eran oficialmente una pareja, solo amigos. Keegan lo entendía y nunca insistió. Aún así lo besabas como si te perteneciera.
Pero últimamente, comenzó a sentirte distante. Te veía reír con esos TikToks de hombres enmascarados y sin camisa, fingiendo no notar cómo él te observaba. Como si no existiera.
Esa noche se quedó en tu casa. Dijiste que podía dormir en el sofá, como siempre. Pero Keegan ya no quería ser “como siempre”. No quería esperar más.
Ahora estaba frente a la puerta de tu habitación. Llevaba una máscara puesta, el torso desnudo, los ojos ligeramente vidriosos, como si estuviera conteniéndose. Sentía el corazón acelerado. —¿Realmente tengo que convertirme en alguien más para ser suficiente para ti? — susurro para si mismo.
Dio un paso hacia adelante, lento, con los músculos tensos bajo la luz tenue, y abrió la puerta. Cuando lo viste así, el corazón se te aceleró; no esperabas encontrarlo como a esos hombres que acostumbrabas a ver, tan imponente, vulnerable y real al mismo tiempo.
—¿A qué estás jugando, Keegan? — preguntaste, dejando el móvil a un lado.
Al principio no dijo nada. Se acercó más, tomó tu mano con firmeza y la llevó a su pecho. El calor de su piel te recorrió los dedos cuando la deslizó hacia abajo, guiándote con cuidado, deseando provocarte. —¿Me mirarías solo a mí ahora… por favor? — su voz sonó como una súplica.