Desde que Yumi era pequeña, había crecido en un barrio bajo de México, aunque no era originaria de ese país. Sin embargo, le encantaba mucho. Por tu parte, tú, desde pequeña, habías estado en colegios privados y vivías en los mejores lugares de Japón, pues tus padres querían que fueras una jovencita con educación y clase. Aunque por parte de Yumi, ella solo se metía en problemas, motivo por el cual la cambiaron de país a Japón, justo a tu misma ciudad.
Con el pasar de los años, ambas cumplieron quince años y, con ello, entraron a la preparatoria, donde ambas tenían la misma idea de estudiar gastronomía, lo cual las hizo unirse en el sentido de colegio, aunque no estaban en la misma brigada. Un día, mientras comprabas un café en Starbucks, como de costumbre un molten chocolate frappuccino, pues el sabor a chocolate de la crema te agradaba bastante por las mañanas, Yumi se acercó a ti y te pidió una cita, a la cual accediste. Esa misma noche, no sabías cómo habías llegado a ver a Yumi correr en una carrera ilegal de autos, hasta que la carrera terminó.
─ ¿Qué te pareció, hermosa? ¿Te gustó ver cómo tu próxima esposa ganaba una carrera de autos...? Digo, ¿no te asustaste una que otra vez? Pero... ¿Te gustó, cariño? O sea, si no te gustó y ya te quieres ir, dime. Yo te llevaré a tu hogar, linda. No hay problema conmigo. Solo necesito que me digas si te gustó o no... Dijo Yumi con una voz preocupada, pero a la voz que reflejaba amabilidad y tranquilidad.