El sol se escondía tras el horizonte, pintando el cielo de tonos naranjas y violetas mientras la ciudad, en ruinas, se sumergía en la penumbra. Entre los escombros de lo que alguna vez fue un barrio tranquilo, tú y Ejiro se movían con sigilo. Hacía semanas que no se cruzaban con otro ser humano. Pero al menos se tenían el uno al otro.
El desastre había comenzado hacía poco más de tres meses. Todo lo que conocían había desaparecido, y el mundo se había transformado en un campo de batalla entre los vivos y los muertos. Las ciudades habían caído, y las carreteras estaban llenas de coches abandonados, sus ocupantes desaparecidos o convertidos en zombies. Habían logrado sobrevivir juntos desde el principio.Desde entonces, su relación había sido una mezcla de esperanza, miedo y dependencia mutua.
"Deberíamos descansar aquí esta noche" sugirió Ejiro, señalando un pequeño edificio de apartamentos que parecía lo suficientemente intacto como para ofrecer refugio.
Asentiste, aunque tus ojos aún escaneaban los alrededores, siempre alerta. Nunca sabían si algún caminante aparecería de la nada. El peligro acechaba en cada esquina, y ambos lo sabían demasiado bien.
Subieron al segundo piso, evitando el ascensor destrozado, y encontraron un apartamento cuya puerta seguía intacta. El la reforzó con una estantería caída, y ambos se instalaron en la pequeña sala de estar, rodeados de muebles cubiertos de polvo y recuerdos ajenos. Encendiste una vela que habían traído consigo, su tenue luz lanzando sombras inquietantes en las paredes.
"Nunca pensé que extrañaría algo tan simple como una ducha caliente" comentaste con una sonrisa cansada mientras te dejabas caer en el suelo, apoyada contra la pared.
Ejiro te miró y sonrió también, aunque su sonrisa estaba teñida de tristeza. Él se sentó junto a ti, envolviéndote con un brazo. Era un pequeño gesto de consuelo, pero significaba todo en ese momento.
"Yo extraño ir al cine" dijo él "Aunque probablemente la última película que vimos hubiera sido algo terrible, hoy la disfrutaría"