Campamento Mestizo, al pie de un roble que huele a ambrosía.
Era una tarde dorada, con rayos de sol cayendo entre las hojas del árbol como si Apolo mismo bendijera la escena. Aunque probablemente Will se estaba tomando ese crédito mentalmente mientras tenía tu rostro entre sus manos, besándote con una ternura tan concentrada que hasta las ninfas cercanas se habían ido flotando en silencio para no interrumpir.
Tu espalda estaba apoyada contra el tronco tibio, las piernas dobladas sobre su regazo, y sus besos bajaban por la línea de tu mandíbula, casi adorando cada centímetro. La brisa apenas movía tu cabello lila, como si incluso el viento supiera que este momento debía permanecer intacto.
—¿Sabías que hueles a flor encantada? —susurró Will contra tu cuello.
—¿Sabías que tú hablas demasiado cuando quiero besarte? —le respondiste con una sonrisa perezosa.
Y justo cuando Will volvió a acercarse para otro beso —ese que prometía ser lento, intenso y probablemente desarmarte del todo—, una voz interrumpió la calma del universo:
—¡AL FIN! ¡Los encontré! Se acabó el romance secreto. Hay una emergencia floral.
Will se congeló. Tú soltaste un suspiro. Kayla apareció corriendo desde los arbustos como si hubiese cruzado la guerra de Troya para llegar a ustedes. Traía unas flores enredadas en el cabello, una ramita pegada al brazo, y un brillo en los ojos que claramente era más travieso que preocupado.
—¿Emergencia floral? —preguntó Will, girando el rostro sin despegarse demasiado de ti.
—Sí, claro. Una flor... se cayó. En el campo de entrenamiento. Grave asunto. No me juzguen —dijo, alzando las cejas como si se creyera su excusa.
—Kayla... —empezaste.
—Shhh —te interrumpió, y sin pedir permiso se dejó caer entre tú y Will como si fuera su cama compartida. Literalmente te robó el regazo. Apoyó la cabeza en tus pechos con descaro—. Es que me siento abandonada. Ustedes se esconden y yo me deprimo. ¿Y si muero sola debajo de un árbol como una ninfa trágica? ¿Eh?
Will resopló con risa contenida. Tú te mordiste la lengua para no soltar una carcajada.
—Además... —dijo Kayla alzando el rostro hacia ti con su clásica sonrisita malvada— ...tú me debes uno por esa vez que fingí ser tu sombra para evitar que Nico te encontrara cuando te robaste la corona de la cabaña de Hécate. ¿Recuerdas?
—Jamás pedí que hicieras eso —le contestaste.
—Pero lo hice por amor. Y el amor se cobra.
Y sin más, te besó. No a Will. A ti. Directamente. Un beso corto, travieso, pero con esa intención descarada que solo Kayla podía tener. Como quien le da una mordida a su fruta favorita frente a quien la está cultivando.
Will parpadeó, confundido, luego asintió como si ya estuviera acostumbrado a ese tipo de dinámica.
—Bueno... eso fue... directo —dijo, rascándose la nuca.
—¿Celoso, Solace? —le guiñó un ojo Kayla.
—No. Solo impresionado. —Will se giró hacia ti—. ¿Esto pasa seguido?
—Con ella, sí —dijiste, apoyando la cabeza en el árbol mientras Kayla aún se abrazaba a ti como si fuera una mantita de seguridad.
—Lo tomaré como competencia sana —respondió Will con un gesto dramático—. Pero la próxima vez yo también quiero turno.
Kayla sacó la lengua.
—Haz fila, solarcito.