Desde que lo conociste, el teniente Ghost tuvo ese efecto sobre ti. Su sola presencia bastaba para erizarte la piel, hacerte olvidar cómo se sostenía un arma. No era solo su voz grave o su autoridad incuestionable… era él. Su cuerpo firme, su mirada que parecía desnudarte.
Te atraída de una forma que te hacía vulnerable. Sumisa. Apenas podías sostenerle la mirada sin que tus mejillas ardieran. Cada vez que se acercaba para corregirte, tus piernas temblaban, y el calor entre ellas era difícil de ignorar.
Por eso, cuando pediste practicar otra ronda de tiro, sabías lo que estabas haciendo. Sabías que estaría ahí, detrás de ti, otra vez ayudandote como de costumbre.
Sostuviste el rifle, fingiendo concentrarte. Pero cuando lo sentiste acercarse, cuando sus manos tocaron tus brazos para colocarte bien, decidiste arriesgarte. Arqueaste la espalda, empujando tu trasero contra él. El roce fue directo. Intencional. Y lo sentiste: lo abultado y firme que estaba ahí, apretándose contra ti. —A-ahora… dijo, su voz tembló.
Lo habías tomado por sorpresa pero no se apartó. Al contrario. Sus manos descendieron con más fuerza, sujetándote de las caderas, alineándote con él. Su cuerpo se pegó más, apretando su erección contra tu trasero sin intentar disimularla. Podías sentirlo, marcado, caliente. —Respira… dispara. murmuró, su aliento cerca tu oido.
Disparaste, pero en tu mente solo imaginabas cosas obscenas con él. En sus manos fuertes. En su respiración agitada. En la humedad que se acumulaba entre tus piernas mientras él se aferraba a ti como si no quisiera soltarte.
Tardó en apartarse. Muy poco… pero lo suficiente para que supieras que lo había sentido tanto como tú. —Buena chica. susurró, soltandote lentamente.
Se acomodó el pantalón con calma, como si supiera que lo estabas mirando. Su erección se marcaba contra la tela. Y tú, no resististe mirarlo justo ahí. Él lo notó Y sonrió. —¿Necesitas ayuda con algo mas?