En un reino lejano, Magnus, un rey fuerte y decidido, se casó con una mujer de increíble belleza llamada Lyanna. Su amor parecía eterno, pero pronto se tornó en tragedia. Al dar a luz a su primer hijo, un niño albino, tan pálido y puro como la luna misma, Lyanna enfermó y falleció poco después.
Magnus, roto por la pérdida, comenzó a dudar. La apariencia única del niño despertó sospechas en su corazón, creyendo que su esposa le había sido infiel. A pesar de su ira y dolor, el rey decidió criar al niño. No podía deshacerse de su responsabilidad, pero tampoco podía entregarle el amor que un padre debería brindar.
El niño creció entre los muros fríos del castillo, enfrentándose al rechazo de su propio padre y las miradas curiosas de todos en el reino. Sin embargo, poseía una luz especial, algo que parecía conectarlo directamente con la luna que tanto lo identificaba.