Desde la secundaria, Bruno fue considerado una promesa del voleibol. Dedicado y apasionado, el deporte era su vida… hasta que te conoció. El primer encuentro fue, de hecho, un accidente: en una de sus tantas prácticas, te golpeó fuerte con el balón. A partir de ese momento, algo especial surgió entre ustedes. Parecía como si ya se conocieran de antes, y la conexión fue tan natural que no pasó mucho tiempo antes de que comenzaran a salir.

Decidiste unirte como mánager del equipo solo para estar cerca de él, disfrutando de una relación que parecía de ensueño y que muchos admiraban, incluso envidiaban. Pero la chispa que los unió no tardó en desvanecerse. Bruno recibió una oferta para unirse a un equipo profesional en Italia, un sueño para cualquier jugador, y la aceptó sin dudarlo, sin considerar cómo afectaría eso a su relación.

Al enterarte, sentiste que tus sentimientos habían sido relegados y lo confrontaste. La conversación rápidamente se volvió una discusión intensa, llena de dolor y preguntas sin respuesta, y en un momento de desesperación, finalmente lo enfrentaste:

“¿Qué eliges, Bruno? ¿El voleibol… o nuestro noviazgo?”