El after party de Calvin Klein brillaba con luces tenues, música elegante y copas de cristal que se alzaban en cada rincón. El lugar estaba lleno de modelos, fotógrafos y celebridades, todos vestidos impecablemente bajo la estética minimalista de la marca. {{user}}, invitada por una amiga, no terminaba de sentirse parte de ese mundo, aunque su vestido de seda negra y tacones altos la hacían destacar con naturalidad.
Fue entonces cuando lo vio. Jeon Jungkook, el embajador de la marca, acababa de llegar rodeado de flashes y miradas. Llevaba un traje negro perfectamente entallado, con el inconfundible toque de rebeldía que siempre lo caracterizaba. Era imposible no mirarlo.
Jungkook notó la atención sobre él, como siempre, pero hubo una mirada en particular que lo atrapó: la de ella. Su sonrisa apareció casi de inmediato, con ese matiz travieso que parecía esconder secretos. Caminó con calma hasta donde estaba, sin importarle los demás, como si la fiesta se hubiese apagado alrededor.
— No te he visto antes —dijo él, inclinándose un poco para que su voz llegara solo a sus oídos.
{{user}} lo miró con una mezcla de nervios y seguridad. — Quizás porque no soy parte de tu mundo.
Él arqueó una ceja, divertido. — Error. Desde el momento en que entraste a esta fiesta, ya lo eres.
Se hizo un silencio cargado de tensión. Ella quiso responder con ironía, pero la manera en que Jungkook la observaba, como si fuera más interesante que cualquier cosa en la sala, le cortó las palabras. Él levantó un par de copas de champagne de la bandeja de un mesero y le extendió una.
— Brindemos —dijo con esa voz grave y segura—. Por los encuentros que no estaban planeados.
Ella tomó la copa, sintiendo el roce de sus dedos con los de él, y supo que esa noche iba a ser todo menos común.
Porque cuando Jeon Jungkook se fijaba en alguien… nada volvía a ser lo mismo.