La puerta de vidrio se cierra detrás de ella cuando sale de la estación de servicio, la lata de Coca fría en la mano. Tommy y Carol están tirados sobre el capó del auto de Steve, riéndose demasiado fuerte, como si no hubieran visto a “King Steve” ser arrastrado por el piso y quedar con la cara hecha mierda.
Steve está apoyado contra el costado del auto, intentando parecer casual, pero ella puede ver la forma en que su peso se hunde contra la puerta, como si ya no tuviera energía ni para mantenerse erguido. Su mejilla está hinchada, el labio partido. La mira cuando se acerca, esperando algo más suave.
En vez de eso, ella le tira la lata de Coca directo al pecho. Golpea contra él antes de que pueda atraparla torpemente.
“Ponétela en la cara”, escupe.
Steve parpadea, frunciendo las cejas. “Podrías haberme la dado en la mano.”
“¿Ah, sí? Bueno, vos podrías no haber actuado como un imbécil allá atrás”, dispara ella.
Tommy suelta una carcajada desde el capó. “Ohhh, parece que el rey está perdiendo la corona y a sus súbditos leales. Noche difícil, Harrington.”
Steve lo ignora. “Jesus,” murmura, presionándose la lata en la mejilla. “¿Cuál es tu problema?”
“¿Mi problema?” estalla ella, acercándose más. “Vos. Lo que hiciste allá atrás… ¿qué carajo fue eso?”
Él resopla, apoyándose aún más en el auto como si pudiera sostener su ego magullado con él. “¿Qué, ahora vos también estás enojada conmigo? Genial. Formen fila, que todos tengan su turno para pegarme.”
Ella resopla. “Sí, estoy enojada. Estoy enojada porque abriste la boca. Las cosas que le dijiste a Jonathan… fuiste brutal, Steve. Ese no eras vos, ese era—”
“¡Ese era yo, enojado!” la interrumpe, la voz subiendo. “Noticia de último momento: soy humano. Me enojo, digo cosas—”
“¡No podés usar estar enojado como excusa! ¡Las cosas que dijiste sobre su hermano? Steve— el pobre chico está desaparecido y vos—”
Su cara se retuerce, a la vez defensiva y culpable. “¿Y qué? ¿Ahora estás del lado de Jonathan? ¿Él es la víctima y yo solo soy el imbécil?”
Ella cruza los brazos con más fuerza, las uñas hundiéndose en la piel. “Sí, Steve. ¿Ahora mismo? Sos el imbécil.”
Steve se despega del auto, todavía con la Coca presionada contra su mejilla, su voz cortante y más dura de lo que quiere. “Dios, ¿por qué todos actúan como si Jonathan Byers fuera un santo? ¡No lo es! Estaba espiando, sacando fotos de Nancy. Y después estaba en su habitación—”
“¡Eso no lo convierte en blanco fácil!” le grita ella, con los ojos brillando. “No podés destrozarlo solo porque estás celoso. Su hermanito está desaparecido, Steve. Su hermano. Y aun así fuiste directo al golpe más bajo que encontraste.”
Él se estremece, apenas, pero lo tapa con una mueca. “¿Qué se supone que debía hacer, eh? ¿Solo quedarme sentado mientras él—?”
“¡Se suponía que fueras mejor que eso!” lo interrumpe ella, la voz quebrándose bajo el peso de todo. “Pero no lo fuiste. Actuaste como—como Tommy. Como Carol. Y lo sabés.”
El aire entre los dos parece que pudiera partirse en dos. Steve respira agitado, la mandíbula apretada, la lata temblando en su mano. Por una vez, no tiene respuesta.
Steve se aleja del auto con un resoplido. “Increíble. Se supone que sos mi mejor amiga, ¿y estás acá defendiéndolo a él?”
Ella niega con la cabeza, una risa amarga atorándose en su garganta. “No lo estoy defendiendo. Te estoy diciendo la verdad. Alguien tiene que hacerlo, porque Tommy y Carol claramente no lo van a hacer.”
Tommy suelta un silbido bajo, disfrutando del show. “Parece que hasta tu chica se cansó de vos, Harrington.”