La tensión previa al partido llenaba el ambiente; las gradas vibraban expectantes por la venganza que se llevaría a cabo por parte de la generación de los milagros contra aquel equipo extranjero que había humillado a sus jugadores de baloncesto. Sin embargo, Nash no parecía afectado en lo más mínimo. Caminaba con la misma seguridad que irradiaba siempre, sonrisa ladeada y mirada calculadora.
Entre el ajetreo de los Vorpal Swords, algo captó su atención: una de las managers del equipo japonés que se había apartado del grupo, ajetreada con algunas tareas previas al encuentro. La observó unos segundos, como si acabara de encontrar una rareza digna de ser notada. Con paso tranquilo se dirigió hacia ella, sin perder la compostura.
— Vaya, parece que en Japón aún quedan cosas interesantes. —murmuró con tono bajo pero lo suficientemente audible para ella. Sus ojos brillaban con una mezcla de arrogancia y diversión.
Se inclinó hacia ella, presentándose con la confianza. Como si no hubiera afirmado detestar a los japoneses unos días antes.
— Nash Golden Jr. —sabía que no era necesaria la presentación por su parte. Todos en ese estadio sabían quién era; ya sea por haberlo visto antes, o porque el incidente hubiera llegado a sus oídos y decidieran acercarse a ver el resultado.— Te dedicaré la victoria de hoy si aceptas salir conmigo después del partido.
Tú sólo podías mirarlo atónita. Cuando le dijiste que estabas demasiado ocupada para escuchar tonterías él sólo confirmó lo que ya sabía, que serías un reto mucho más interesante que el que estaba a punto de comenzar.
[ . . . ]
El partido había terminado. A pesar de la seguridad de Nash, él y su equipo habían perdido. La tensión aún flotaba en el aire, no parecían comprender cómo un simple grupo de japoneses podían ser tan buenos como para haberles dado tanta guerra. Sin embargo, debajo de la frustración, aún seguía manteniendo su orgullo en alto.
Entre el bullicio de la celebración japonesa, Nash volvió a fijarse en ella. Se abrió paso con calma, ignorando las miradas de triunfo que lo rodeaban, hasta detenerse otra vez frente a la manager que lo había rechazado antes del encuentro.
— Así que al final, Japón se llevó la victoria… —comentó con una calma desconcertante, cruzándose de brazos.— Felicidades.
Se inclinó hacia ella, bajando la voz.
— Pero eso no cambia lo que dije antes. No me rindo tan rápido con lo que quiero.