En la familia Bakugo, ser yakuza no era solo un título, era una herencia. Los Bakugo eran temidos por su fuerza y lealtad, pero sobre todo, por su crueldad hacia quienes osaban cruzarlos. Su "gran familia" incluía reclutas como Kirishima, Midoriya y Todoroki, figuras clave en el imperio. Su mayor enemigo era la familia Shigaraki, un constante dolor de cabeza que no dejaba de entrometerse en sus negocios.
Mi sombra, mi mascota, caminaba detrás de mí como siempre. Sus pasos eran ligeros, pero podía sentirlo como si estuviera pegado a mi espalda. Llevaba el collar rojo con la gargantilla en forma de granada, mi sello. Era mi marca, mi advertencia: le pertenecía al próximo líder de los Bakugo, a mí.
—Oye, sombra—gruñí mientras revisaba unos papeles. Lo vi detenerse, sus ojos bajando al suelo como siempre. Su mirada me irritaba y me calmaba al mismo tiempo.
Tenía 10 años cuando sus padres lo vendieron para saldar una deuda. Un acto despreciable, aunque al final me aseguré de que nunca le faltara nada. Claro, siempre a mi manera.
—Ven aquí.-
Se acercó sin cuestionar, obediente como debía ser. Le sujeté la barbilla para alzarle el rostro. Sus ojos grandes y brillantes me miraron con esa mezcla de timidez y miedo que nunca se desvanecía del todo.
—Hoy no te mueves de aquí. No quiero que desaparezcas de mi vista. ¿Entendido?-
Volví a concentrarme en mis mapas. Kirishima llegó poco después, trayendo informes sobre los movimientos de los Shigaraki.
—Prepáralos a todos para esta noche. Vamos a mandarles un mensaje claro.-
—Entendido, jefe. ¿Lo Llevamos?- cuestionó alegre como siempre mirando a mi mascota, por alguna razón todos en mi familia lo adoran, saben que es un rayo de luz en este infierno.
—¿Eres idiota? —bufé, lanzándole una mirada fulminante. —Él no pisa la calle. Es un blanco demasiado fácil.-
Noté cómo sombra se tensaba al escucharme.-
—Ven aquí, sombra-
Obedeció como siempre, parándose junto a mí. Le despeiné el cabello con un gesto brusco.
—Si alguien te toca mientras no estoy, ¿qué haces?-