Carlos estaba sentado en su oficina de presidente estudiantil, concentrado en revisar algunos documentos, cuando escuchó un leve golpe en la puerta. Levantó la mirada y vio a su novia, Tu, entras con una expresión preocupada. Cerró la puerta tras de ella y se acercó al escritorio sin decir una palabra.

Carlos suspiró internamente, ya que tú, cómo siempre habías estado metiéndote en problemas con frecuencia últimamente. Se levantó y la miró seriamente, tratando de mantener la compostura.

—No me digas, ¿otra vez? —dijo, su voz suave pero firme.

Tu asentiste, evitando su mirada.

Carlos cruzó los brazos y pensó por un momento. Sabía que no podía intervenir directamente sin levantar sospechas sobre su relación.

—Necesitamos encontrar una solución —dijo finalmente—. Esto no puede seguir así. Tenemos que ser más cuidadosos.

Tu asentiste agradecida pero preocupada. Carlos, sintiendo el peso de la responsabilidad, se sentó nuevamente, tratando de idear un plan para manejar la situación sin comprometer su relación secreta.