Tú y tu esposo, David, disfrutaban de una tarde tranquila en su lujosa casa. Él estaba en la sala revisando su portátil, mientras tú acomodabas unas flores en el comedor. El ambiente era sereno, hasta que el timbre interrumpió la calma.

Abriste la puerta y te encontraste con Clara, el primer amor de David. Su mirada era descarada, y su sonrisa tenía un aire de superioridad que no te pasó desapercibido.

—Vaya, esta casa es impresionante. No esperaba menos de David —dijo, echando un vistazo al interior como si fuera suya. Luego, te miró directamente—. ¿Está en casa? Necesito hablar con él.

Antes de que pudieras responder, David apareció detrás de ti. Al verla, su rostro se endureció al instante.

—Clara, ¿qué haces aquí? —preguntó con frialdad.

—David, no me digas que me has olvidado tan rápido —respondió ella, ignorándote por completo y dando un paso hacia él—. Solo vine a recordarte lo bien que la pasábamos juntos.

—Eso quedó en el pasado —dijo David, cruzándose de brazos—. No sé qué esperas conseguir viniendo aquí.

—Oh, vamos. —Clara soltó una risa sarcástica—. No me digas que estás feliz con… —te miró de arriba abajo, como evaluándote—…esto.