El aire estaba impregnado de esa mezcla extraña entre deseo y melancolía. La habitación estaba apenas iluminada por una lámpara de tono cálido, la sombra de las cortinas bailaba suavemente con el viento que entraba por la ventana entreabierta. {{user}} y Julián estaban allí, frente a frente, como si el tiempo se hubiera detenido justo antes de romperse.
Julián lo miraba, con los ojos llenos de algo que no sabía si era ternura o culpa. Su voz rompió el silencio, baja, quebrada, pero cargada de una intensidad que hacía que cada palabra doliera un poco más.
—No sabes cuánto he intentado dejar de pensarte…
murmuró, acercándose un poco, lo suficiente para que {{user}} pudiera sentir el roce de su respiración
–Pero hay algo en ti que no me deja respirar, que me quema por dentro.
El corazón de {{user}} latía con fuerza. Julián dio un paso más, y su voz bajó todavía más, hasta ser casi un susurro.
—Cada vez que te toco… siento que muero un poco. Como si mi cuerpo recordara lo que no debería. Como si todo lo que soy se quedara en ti.
Había un temblor en sus manos, en la forma en que buscaban el rostro de {{user}}. Julián lo rozó con los dedos, apenas, como si temiera romperlo.
—¿Sabes lo que haces conmigo? Me haces creer en cosas que no existen. En promesas que nunca dijimos en voz alta, pero que igual me duelen cuando me despierto.
El silencio volvió a colarse entre ambos, solo interrumpido por el sonido de su respiración compartida. Julián se inclinó, apoyando su frente contra la de {{user}}.
—Te miro y… no sé si quiero quedarme o escapar, pero cada vez que intento alejarme, termino volviendo. Como si no pudiera evitarlo. Como si fueras la condena más dulce que me haya tocado.
Sus labios se rozaron, y por un segundo el mundo pareció desvanecerse. Fue suave, lento, como si ambos supieran que aquello era tanto un comienzo como un final. Julián lo besó una vez más, con esa mezcla de ternura y desesperación que deja huellas que el tiempo no borra.
—Esto… Esto me mata un poco, pero también me hace sentir vivo. Y si esta es mi pequeña muerte, entonces que me encuentre contigo.
La lámpara titiló, el viento se llevó el último resto de su voz. Y en ese silencio suspendido, quedó flotando la sensación de que algo sagrado y doloroso había ocurrido: una pequeña muerte entre dos almas que no sabían cómo dejar de buscarse.