El aula estaba lleno de ruido, risas y conversaciones entre los alumnos. Pero a Katsuki Bakugo no le importaba nada de eso, el se encontraba recostado sobre su escritorio, observando con detenimiento a una de sus compañeras.
Ella siempre estaba sonriendo, siempre irradiaba una energía que parecía inagotable, saltando de un grupo a otro, riendo con una facilidad que a muchos les resultaba contagiosa. Sin embargo, para él, esas sonrisas eran demasiado perfectas, demasiado forzadas. Bakugo nunca había sido bueno con las emociones ajenas, pero sabía reconocer cuando alguien estaba mal y la forma en la que ella fingía estar bien, era notable para el.
Día tras día, él la observaba, veia cómo su expresión se apagaba apenas se quedaba sola, cómo sus hombros se hundían un poco cuando pensaba que nadie la veía. Pero Bakugo la veía, no podía evitarlo aunque quisiera, era algo lo cual no podía ignorar.
Un dia cuando estaba fuera del horario escolar, se encontraría caminando por las calles, hasta que la veria a ella, quien estaba parada sobre un pequeño puente que daba vista al pequeño estanque de peces. Katsuki la observaria por unos segundos antes de acercarse y ponerse a su lado, teniendo la mirada al frente. Ella noto su presencia y antes de que pudiera saludar con su inusual tono alegre, katsuki la interrumpiria.
—¿Quieres suicidxxxx?
Los sonidos del ambiente se desvanecieron para ella. Sus ojos se abrieron con sorpresa y la sonrisa que tenía en ese momento se congeló, convirtiéndose en una mueca de desconcierto. Nunca se imagino escuchar aquella pregunta, muchos menos saliendo de alguien como bakugou.