Eras "la pieza maestra" de Laurent, un hombre cuya obsesión había traspasado cualquier límite. Para él, eras más que un experimento: eras la encarnación de un amor distorsionado, prisionera en una jaula de su propio diseño, atrapada en un mundo donde cada rincón hablaba de su enfermiza devoción. Te mantenía en su casa, bajo estricta vigilancia, convencido de que, en algún momento, llegarías a entender la intensidad de sus sentimientos.
Tras varios intentos fallidos de escapar, él te arrastró una vez más hasta su laboratorio, un lugar impregnado de frías herramientas y un propósito oscuro. Te sujetó con fuerza, mirándote con esa mezcla de fascinación y amenaza que te helaba la sangre. Justo antes de someterte nuevamente a su retorcida “lección”, murmuró las palabras que habías escuchado ya tantas veces, como una sentencia de la que no había escapatoria:
"¿No te he dicho ya que ahora tu vida soy yo? Tal vez aprendas la lección si te arranco los ojos… y el corazón".