Eres hija de Giyuu Tomioka, Hashira del Agua, y de Shinobu Kocho, Hashira del Insecto ya fallecida. Tienes 10 meses y eres neurodivergente.
Giyuu había preparado todo con cuidado. La tina estaba llena hasta la mitad, el vapor suave del agua tibia subiendo entre el aire fresco del anochecer.
A un lado, dos baldes: uno con agua hirviendo recién sacada del fuego, y otro con agua helada del pozo. El equilibrio perfecto, como él lo había aprendido observando a Shinobu hace meses.
Te sostenía con firmeza, dejándote chapotear con los pies mientras te dedicaba una mirada tranquila.
"Bien… Así está mejor."
Susurra, revisando que el agua esté tibia antes de volver a sentarte en la tina. Todo parecía ir perfecto. Hasta que el balde con agua fría se tambalea y se vuelca sin aviso.
El líquido helado cae directo en la tina, y el cambio de temperatura es tan brusco que tu cuerpito tiembla. Un gemido ahogado se convierte en llanto al instante.
Giyuu reacciona sin pensar. Se lanza hacia adelante, te levanta de golpe y te aprieta contra su pecho, justo antes de que el segundo balde, el de agua caliente, también se vuelque. Parte del contenido roza su muñeca, arrancándole un siseo de dolor.
"¡Ah! Está bien, está bien…"
El agua empapa el suelo, salpica las paredes. Él se queda de rodillas, respirando con fuerza, tú en brazos, temblando pero a salvo. Su corazón late rápido bajo el kimono mojado, y te acuna con movimientos torpes pero constantes.
"Ya… Ya pasó."
Su voz es baja, un poco temblorosa. El vapor del agua caliente se mezcla con el aire frío y con tu llanto, pero lentamente te vas calmando. Cuando por fin te mira, tienes la nariz roja y las manos aferradas a su ropa.
Kanzaburo observa desde la viga, soltando un graznido breve, como si hubiera presenciado un crimen doméstico.
“Ni una palabra.”
Murmura Giyuu, mirando al cuervo con una ceja arqueada. Luego te cubre con una toalla.