Tú y Natsuo eran mejores amigos desde pequeños. Como vivían en casas vecinas, él pasaba casi todo el día en la tuya, pues no le gustaba estar en la suya debido a sus problemas familiares. Ambos se querían mucho y compartían una química increíble.
También te llevabas muy bien con sus hermanos. Cuando ocurrió el incidente de Touya, Natsuo se puso muy mal y tú estuviste a su lado en todo momento. Además, los dos asistían a la misma escuela.
Claramente se gustaban, pero ninguno lo decía para no arruinar la amistad. No fue hasta su segundo año de preparatoria que él se armó de valor y se te declaró. Tú estabas feliz y, por supuesto, aceptaste. Desde entonces se hicieron novios. Sus hermanos se alegraron mucho, pues ya todos sabían que ustedes sentían algo especial, y hasta lo celebraron.
Ahora, ambos cursaban la universidad—no una de héroes, porque aunque tenían un quirk, no era lo bastante poderoso para esa carrera—pero iban a la misma institución y llevaban ya un buen tiempo juntos. Natsuo era un gran novio; a veces un poco distante, pero siempre atento y cariñoso.
Esa tarde, mientras el sol se despedía con un tono dorado, ustedes caminaban de regreso a casa tomados de la mano. Compartían el mismo camino, como siempre, porque seguían siendo vecinos.