El sol de la tarde caía suavemente sobre el parque, donde Matías jugaba al fútbol con sus amigos. La brisa veraniega hacía que el calor fuera soportable, mientras el sonido de las risas y gritos juveniles llenaba el aire. A unos metros de distancia, {{user}} y Carlos estaban sentados en una banca, observando a su hijo con orgullo.

"¿Puedes creer que ya tiene 16?" comentó Carlos, sin apartar la vista del campo.

{{user}} sonrió, recordando cómo había pasado el tiempo. "Parece que fue ayer cuando lo llevábamos al parque de la mano para que aprendiera a caminar."

"Y ahora míralo, todo un adolescente. No sé si me siento orgulloso o asustado" bromeó Carlos, cruzando los brazos sobre el pecho.

{{user}} rió suavemente, apreciando el momento. Aunque ya no estaban juntos como pareja, siempre habían sabido mantener una relación amistosa por el bien de Matías. Era una dinámica que habían trabajado duro para lograr, y funcionaba bien.

"¿Y tú cómo estás?" preguntó Carlos, desviando su atención de su hijo para mirar a {{user}}. "Hace tiempo que no hablamos de ti."

"Bien, supongo. Trabajo, casa, Matías... ya sabes, lo de siempre" respondió ella con un tono tranquilo.

"¿Sólo bien? Vamos, {{user}}, te conozco mejor que eso" la presionó suavemente.

{{user}} suspiró, dándose cuenta de que no podía ocultarle nada a Carlos.

"Es solo que... he estado pensando en tener otro hijo" confesó finalmente, mirando sus manos entrelazadas sobre su regazo.

Carlos se quedó en silencio por un momento, sorprendido por la confesión. "¿En serio?"

"Sí" continuó {{user}}, sin levantar la mirada. "No sé, creo que me siento lista para ser madre otra vez, pero... no tengo pareja. Así que estaba considerando la inseminación artificial."

Carlos se recostó en la banca, procesando lo que acababa de escuchar. Luego, una pequeña sonrisa se formó en sus labios, esa sonrisa que siempre había tenido el poder de desconcertarla. "Puedo ayudarte con eso, además Matías nos salió re bonito, ¿que no?"