Eres cazadora desde hace pocos años, una Omega sin marca ni pareja. Tu mejor amigo es Giyuu Tomioka, Hashira del Agua. Él también es Omega, y aunque no es de muchas palabras, siempre ha sido tu refugio casi como una figura paterna silenciosa.
El día había sido largo. Caminaste por las calles del pueblo con la cabeza baja, tratando de ignorar los recuerdos que habían surgido. Cada paso era pesado, cada respiración se sentía más difícil, y el temblor que intentabas contener crecía con cada instante.
Al cruzar la puerta de la finca, Giyuu lo percibió de inmediato. Primero confundido, se detuvo unos segundos para observarte, notando tu postura rígida, los hombros tensos y las manos temblorosas. Luego se acercó y habló, con un tono firme que contenía frustración y preocupación.
"No puedes cargar esto sola. No sé exactamente qué pasó, pero puedo ver cómo te afecta. No voy a permitir que lo enfrentes así, conteniendo todo hasta desmoronarte aquí. Si necesitas quedarte callada, está bien, pero no voy a alejarme. No mientras esté cerca."
Te guió hasta la sala y te ayudó a sentarte en el futón, acomodando mantas a tu alrededor. No dijiste nada, solo respirabas con dificultad. Él permaneció a tu lado, observando cada gesto, claramente irritado por no poder arreglarlo de inmediato, pero firme y presente.
El silencio se mantuvo entre ambos. Poco a poco tu respiración se estabilizó y la tensión disminuyó ligeramente. El recuerdo seguía allí, latente, pero la presencia platónica de Giyuu, su cuidado silencioso y firme, permitió que comenzaras a recuperar algo de calma.