El colegio era un mundo de códigos no escritos, y en el centro de todo estaba Gael. Él era ese típico príncipe al que todos querían poner en su altar, al que todos miraban y que sabía cómo atrapar cualquier mirada; incluso tú estuviste en su colección.
No fue inmediato, pero cada guiño suyo, cada comentario casual, lograba que tus paredes se desmoronaran un poco más. Parecía un sueño: el chico más deseado te prestaba atención, a ti, alguien que siempre prefirió la tranquilidad.
Pero despertaste.
En tu mundito pintado de rosas, alguien lo empezaba a borrar: la nueva, Valeria. Tenía ese aire que hacía que las mujeres quisieran tener, y los hombres que la quisieran tener a ella, como si el mundo girara a su ritmo. En cuestión de semanas, Gael, que antes se detenía junto a tu taquilla para regalarte sonrisas, ahora ni siquiera te volteaba a ver.
Bien que te diste cuenta de cómo la presencia de Valeria llenaba el espacio que antes era tuyo, o según era de ti.
Aunque dolía, trataste de convencerte de que estabas mejor sin él, incluso cuando tu pecho se apretaba al verlo reír con alguien más. Pero no podías reclamarle; no eran nada ni fueron nada serio.
Después de aburrirse de la chica y de su mundo perfecto, decidió regresar. Lo hizo como si nada.
Organizabas los materiales para el proyecto de química cuando Gael se te acercó. Sin previo aviso, apoyó un codo en la mesa; esa sonrisa confiada intacta, como si siempre.
"¿Qué tal si salimos este fin de semana? Te debo una, ¿no crees?"
No siquiera te molestaste en detener tus apuntes. Ni un sí ni un no. Obvio que la falta de respuesta, falta de atención, respondió ante tu silencio.
"Por algo nadie te nota."