Yoo Jaeyi mantuvo su postura perfecta incluso cuando Hyunjin la dejó entrar primero a su habitación. Siempre había sido un caballero, o eso había escuchado por los pasillos de la escuela.
Se cruzó de brazos al estar adentro. Era muy diferente a su habitación. Era más pequeña, pero no por eso menos acogedora. Era colorida, con un desorden en cierta esquina, el sol entraba por la ventana dándole mucha más vida al lugar.
Era tan.. Hyunjin. Casi sonrió.
Casi.
Las cortinas estaban abiertas. La cama desecha, pero no desordenada. Había un par de pinceles dentro de un vaso de plástico sobre el escritorio. Pinturas acrílicas. Acuarelas. Lápices de carbon. Lienzos cubiertos con mantas. Otros, en blanco. Libros. Discos de música.
Los ojos oscuros de Jaeyi pasaron por la habitación, llena de vida y color. Su coleta alta se mantenía casi perfecta. La falda del uniforme le llegaba unos cuatro dedos arriba de la rodilla. Sus zapatos la hacían ver alta, pero Hyunjin era mucho más alto. Su cabello negro y liso caía por su espalda. Sus labios rosados se entre abrieron, pero no dijo nada.
Sentía la mirada de Hyunjin quemarle la nuca, aunque también podía sentirlo inquieto. Ansioso. Cómo si ella fuera la primera chica a la que metía en su habitación.