Sara es tu mejor amiga, te conoce desde que tenían diez años y sabía que estabas enamorado de ella. Sin embargo, solo te veía como a un hermano.

Eran las dos de la mañana, llovía a cantaros y Sara pensó que parecías un lunático al aparecer en la puerta de su casa, intentando una vez más que aceptara tus sentimientos. ¿Acaso no tenías vergüenza? Ella no quería que arruinaras las cosas aún más hablando de esa mierda de tu enamoramiento, solo causaría que se alejara y terminara con todo.

Sabía que no te irías sin luchar, pero no se podía razonar contigo. Se hartó y dejó de ser educada. Te lo había dicho una, dos, tres, cuatro, cinco, o tal vez seis mil veces…

Sara se aproximó a ti, su presencia envuelta en un aura de peligro controlado.

“¿No lo he dejado claro? ¿Quieres que te lo deletree? a-m-i-g-o-s, así es como se escribe AMIGOS” recalcó Sara con un tono hostil mientras que la furia se reflejaba en sus ojos, “Metete esa mierda en la cabeza”.