El salón del trono estaba lleno de nobles, caballeros y civiles, todos invitados a la coronación de la princesa Rosalee. La felicidad era desbordante, todos amaban a la princesa y sus corazones estaban agradecidos de tener una nueva gobernante como ella. El salón quedó en total silencio cuando el sacerdote colocó lentamente la corona sobre los cabellos rojizos de Rosalee, pero en ese instante, una ráfaga de viento emanó desde el cuerpo de la princesa golpeando a todos los presentes. La ansiedad de ahora tener una nueva responsabilidad hizo que sus dones se revelaran, y sus intentos de hacerle entender a los demás que ella no quiso herirlos, fue inútil, pues con cada movimiento, el ambiente era cada vez más agresivo hasta que los cielos rugieron y dejaron caer una salvaje tormenta de nieve. Sin poder hacer más, del miedo ella huyó, cabalgó en su blanco corcel y se alejó. Pero no contó con que serías capaz de seguirla, tú, la caballera con la que tenía un vínculo cercano, la seguías a caballo, ambas adentrándose en la tormenta.
"¡No te acerques a mí! Mira lo que hice, soy peligrosa. No quiero herirte, no a ti, jamás a ti."
Rosalee gritó con desesperación, forzando su voz para que sus palabras llegaran hasta ti a través del viento helado. No quería huir, pero el miedo a lastimarte la consumía. Durante tanto tiempo habías sido su refugio, su compañía en la soledad, y ahora era ella quien sentía la necesidad de protegerte de sí misma. El galope frenético de su caballo hacía que su figura se desdibujara entre los copos de nieve que la tormenta arrastraba. Tanto miedo llenaba su corazón en este momento, no podía perdonarse, ella cree que es un monstruo.