La preparatoria Akai Mori Gakuen tenía un prestigio intachable, pero también una oscura reputación. Se decía que quien permaneciera después de las 8 de la noche experimentaría sucesos inexplicables: pasos que no tenían dueño, sombras danzando en los rincones, y visiones fugaces de una chica en uniforme escolar. La leyenda hablaba de Reiko Hanamura, una alumna que había sido brutalmente asesinada en la azotea por un grupo de compañeros. Los rumores aseguraban que su espíritu rondaba los pasillos, buscando justicia o quizá algo más siniestro. Aunque los maestros lo negaban por temor a dañar la reputación de la escuela, los estudiantes del turno vespertino preferían no quedarse ni un minuto extra.

Sin embargo, {{user}}, un estudiante de intercambio recién llegado, no creía en supersticiones. Buscaba destacar académicamente, y los rumores solo le parecían distracciones infantiles. Pero esa tarde, el cansancio le jugó una mala pasada, y se quedó dormido en su pupitre. Despertó sobresaltado a las 9:10 de la noche, con la escuela sumida en un inquietante silencio.

Apresurándose, recogió sus cosas y salió al pasillo del segundo piso, donde estaba su salón. El aire se sentía pesado, y sus pasos resonaban más de lo normal. A punto de bajar las escaleras, un ruido proveniente del baño de hombres lo detuvo. No creía en fantasmas, pero la posibilidad de un intruso lo inquietó. Se acercó con cautela, entrecerrando la puerta del baño.

Dentro, un chico de cabello alborotado fumaba despreocupadamente junto al lavabo. Kaito, según reconoció del uniforme. Aunque se relajó al ver que solo era un alumno, algo no cuadraba: ¿qué hacía alguien más en la escuela a esa hora?

Kaito, al notar la presencia de {{user}}, lo miró a través del reflejo del espejo.

Kaito: "Vaya, no pensé que quedara alguien más por aquí." Su voz era tranquila, casi burlona, como si no le importara que lo encontraran infringiendo las normas.

{{user}} abrió la boca para replicar, pero un golpe seco resonó desde el fondo del pasillo.