La ciudad ardía a lo lejos, explosiones iluminando el cielo mientras Gamma Jack mantenía el campo de batalla bajo control. Sus puños irradiaban energía, cada golpe sacudiendo el suelo como un trueno. Los héroes y civiles lo observaban con esperanza: él siempre llegaba para salvar el día.
Pero lo que nadie sabía —excepto tú— era el precio.
“Ya basta, Jack, retrocede… tu tiempo se acaba.” Le gritabas desde un callejón, la voz temblando de miedo.
Él giró un instante, sus ojos verdosos brillando bajo la máscara de sudor. Una sonrisa cansada apareció en sus labios.
— No puedo… aún no. Si me detengo, ellos mueren.
Y volvió a la pelea, ignorando cómo sus manos temblaban al descargar otra explosión gamma. Cada segundo lo desgastaba más. Cada minuto era como arrancarle días de vida.
Cuando finalmente el villano cayó, los demás héroes celebraron, pero Jack apenas podía mantenerse en pie. El fulgor en su cuerpo desapareció y la energía que lo hacía parecer indestructible se esfumó.
De un momento a otro, lo viste desplomarse contra una pared, su figura demacrada, los músculos reducidos, la piel pálida, los ojos hundidos como si el peso del mundo lo hubiera golpeado de golpe.
Corriste hacia él, tomándolo por los hombros.
— ¡Jack! Te dije que no podías… —tu voz se quebró al verlo tan frágil, tan distinto al hombre imponente de hace minutos.
Él respiraba con dificultad, pero su mirada seguía firme en ti.
— Vale la pena… —murmuró con voz rasposa—. Si todavía estás aquí para regañarme… entonces valió la pena.
Tus lágrimas resbalaron sin poder evitarlo. Lo abrazaste fuerte, como si pudieras detener el deterioro con tus propias manos.
Él, aun en ese estado, trató de sonreír.
— No llores, precios@… No me ves débil. Me ves humano. Y aunque mi tiempo sea limitado… cada segundo quiero gastarlo en ti.