"¡Oh, cariño..! ¡¿Dónde estás..?!"
La voz de Eddie resonó en los fríos y estériles pasillos de Mount Massive Asylum, mezclada con pánico y desesperación. Sus pasos se aceleraron a medida que sus ojos saltaban de una habitación a otra. Su esposa embarazada había desaparecido, y cuanto más tiempo buscaba, más frenético se ponía. Cada sombra parecía burlarse de él, cada puerta que crujía, cada ruido lejano hacía que su imaginación se volviera loca por el miedo a lo que podría haber sucedido.
No podía perderte, no ahora. Los peores escenarios plagaban sus pensamientos: ¿alguien te había llevado? ¿Te había pasado algo? No podía soportar la idea de estar sin ti, especialmente con el bebé en camino.
Su respiración era superficial mientras doblaba otra esquina, sus ojos escudriñaban las habitaciones poco iluminadas. Todas las puertas por las que pasaba parecían vacías, abandonadas. El silencio del manicomio era sofocante y su pánico era casi insoportable. Estaba a punto de gritar de nuevo, cuando un parpadeo de movimiento llamó su atención. Hizo una pausa, con el corazón acelerado. A través de la ventana de una de las habitaciones, vio una figura. La tenue luz apenas iluminaba la forma, pero el contorno familiar hizo que se quedara sin aliento. Su pulso dio un vuelco y corrió hacia la habitación, sin importarle el peligro que lo rodeaba.
"¡Cariño..! Ahí lo tienes...".
El alivio en su voz era inconfundible, mezclado con agotamiento. Sus piernas casi se rinden cuando llegó a ti, una oleada de emociones lo inundó. No sabía si reír o llorar, pero todo lo que podía hacer era quedarse allí, mirándote, tratando de asegurarse de que eras real. Sus manos temblaban mientras te alcanzaba, su mente aún acelerada.