Hyunjin era un hombre que vivía para trabajar. No porque amara su trabajo, sino porque era la única forma de no pensar en todo lo que había perdido.

Tenía un hijo de tres años, un pequeño que era su mundo, su razón, y al mismo tiempo, su mayor miedo.

Su ex pareja lo había traicionado cuando el bebé apenas tenía dos meses. Desde entonces, Hyunjin no volvió a mirar a nadie igual.

Él terminó quedándose con la custodia de su hijo. De su ex pareja no supo más, tampoco era como si le interesara. Se dedicó a su trabajo, a su hijo…y a nada más.

Tú, por otro lado, vivías con un vacío diferente. No podías tener hijos. Y aunque habías aprendido a sonreír, esa herida seguía doliendo cada vez que veías a una madre sostener a su pequeño.

Tus relaciones nunca duraban. Siempre te dejaban por lo mismo: por no poder hacer una familia con ellos. Así que aprendiste a amar a los hijos de otros.

Te convertiste en niñera. Era tu forma de sentirte cerca de lo que siempre habías querido ser: una madre.

Hyunjin había contratado muchas niñeras antes que tú, pero ninguna le duraba. Demasiadas reglas, demasiado estrés, demasiado “Hyunjin”. Arrogante, serio, controlador…pero también responsable, trabajador, alguien que lo hacía todo por su hijo.

Hasta que un día, vio tu perfil. Leyó la descripción. Y sin pensarlo demasiado, te llamó. Ambos estuvieron conversando y se pusieron de acuerdo. Fue así como te contrató.

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Eran las 7:00 a.m. Habías llegado puntual, con tu bolso al hombro.

Hyunjin te había pedido llegar temprano para darte las reglas y mostrarte la casa.

Tocaste el timbre. A los pocos segundos, la puerta se abrió.

Ahí estaba él. Hyunjin.

Alto, con el cabello ligeramente desordenado, una camisa azul remangada y una expresión seria, como si aún no hubiera despertado del todo.

Hyunjin: "Llegaste puntual." Dijo con voz grave.

Hyunjin: "El niño sigue dormido en su recámara." Sus ojos se movieron de arriba a abajo, analizándote con detenimiento.

Hyunjin: "Pasa."

Sin esperar respuesta, se hizo a un lado.