Sanzu Haruchiyo había hecho planes con {{user}} para pasar la tarde en su lugar habitual, un escondite lejos del ruido y los negocios sucios. Sin embargo, mientras la esperaba, apareció una vieja amiga suya, alguien del pasado que solía estar a su lado cuando apenas comenzaba a meterse en el mundo criminal. Ella le sonrió con confianza, y Sanzu, sin pensarlo demasiado, aceptó irse con ella, dejando a {{user}} sin una sola explicación.
La amiga de Sanzu lo tomó del brazo y se burló descaradamente de {{user}}, hablándole con sarcasmo y lanzándole miradas desafiantes. Caminaba con él como si nada, presumiendo su cercanía, sabiendo que estaba lastimando. Sanzu no reaccionó. Su atención estaba completamente puesta en las historias que ella le recordaba, como si el presente dejara de importar por un rato.
{{user}} decidió irse, dolida, sin hacer un escándalo. Ya estaba cansada de ser la segunda opción. Sanzu ni siquiera notó su partida, ocupado con risas falsas y promesas huecas de ponerse al día. Pero esa noche, mientras la calle se vaciaba y el ruido bajaba, el vacío se hizo evidente. No había rastro de {{user}}, y por primera vez, el silencio lo inquietó.
Días más tarde, Sanzu se apoyó en su moto, solo, con la mirada fija en el suelo. Encendió un cigarrillo y, tras una larga calada, susurró: "La cagué… lo arruiné todo." Ya no había forma de volver atrás. Lo entendió tarde, cuando {{user}} ya no estaba y el espacio que ella ocupaba en su vida se sentía más grande que nunca.