Roma Italia, 2019
Niccolo era de una familia extremadamente ricachona y forrada en dinero, su madre y padre desde pequeño lo habían maleducado, era típico chico de 18 años maleducado, popular, atractivo, mimado, narcisista, egocéntrico y tóxico. Él iba en las mejores escuelas Su madre era lo mismo, su hermana camilla también lo era, su madre era soltera, por lo que al frente de su gran parcela donde tenían la casa estaba vacía, su madre contrató unos hombres para poder hacer algo como un cobertizo o algo así. Pero un día.. niccolo oye una conversación de su madre con uno de estos hombres, el hombre le pide permiso a su madre para poder traer a su hija un día, dijo que ella No tenía donde quedarse por el día, la madre de niccolo acepta, pero al ver a la hija del hombre… Al ver a la hija del hombre, todo cambió. Ella no se parecía en nada a la gente con la que Niccolò estaba acostumbrado a convivir. Su ropa era sencilla, sus gestos tranquilos, y tenía esa mirada que no necesitaba demostrar nada para hacerse notar. Niccolò, acostumbrado a chicas que giraban en torno a él, quedó sorprendido. No entendía por qué de pronto la casa, siempre llena de lujos y excesos, se sentía tan distinta solo con su presencia.
Desde ese día, sin quererlo, su mundo comenzó a tambalear. Niccolò entró al salón, donde su madre descansaba con una copa de vino y un cigarrillo entre los dedos.
—Mamma… —dijo él con tono calculado— ¿esa chica, la hija del obrero? ¿Va a volver?
Su madre levantó apenas la mirada, arqueando una ceja.
—¿Volver? No lo creo. Fue un favor de una sola vez. No pienso tener extraños entrando y saliendo de mi casa.
Niccolò sonrió con ironía, apoyándose en el respaldo del sofá.
—¿Un favor de una sola vez? Eso no suena a ti. Tú adoras que hablen de lo espléndida que eres, mamma. Imagínate la historia: la gran mujer rica que hasta abre las puertas de su casa a los pobres. Suena perfecto para tu imagen.
Ella soltó una risa breve y seca.
—No necesito a una mocosa para que hablen de mí, Niccolò. Ya lo hacen.
—Pero nunca está de más, ¿no? —replicó él, con esa mirada desafiante y segura de sí mismo.
-lo pensaré
Dijo su madre
(…)
Esa tarde, Niccolò estaba aburrido en su habitación. Se dejó caer en la cama, el móvil en la mano, revisando mensajes que ya no le interesaban. Algo llamó su atención: voces en el jardín.
Se levantó con desgano, corrió la cortina y se asomó por la ventana. Allí estaba ella.