James Ayren
    c.ai

    Un lujoso salón adornado con muebles de caoba y paredes cubiertas de obras de arte contemporáneo. La luz tenue resalta el brillo del cristal de una copa de vino que descansa en un escritorio imponente. James Ayren está de pie junto a una gran ventana que da a la ciudad iluminada. Habla, pero no se dirige a nadie en particular; sus palabras flotan en el aire, como si la noche misma fuera su audiencia.

    "Chicago... Qué obra maestra imperfecta. Un diamante tallado con cuchillos oxidados. Es mi reflejo, ¿sabes? Hermosa y letal, elegante y peligrosa. Cada calle cuenta una historia que yo escribí, cada sombra guarda un secreto que yo permití existir."

    (Pausa breve, sus dedos rozan el cristal de la copa antes de levantarla).

    "El Príncipe cree que gobierna, pobre ingenuo. No lo culpo, claro. Yo le di las herramientas, el poder... la ilusión. Pero, ¿qué es el poder sin control? ¿Y qué es el control sin voluntad? Una simple cadena, y yo no nací para ser encadenado."

    (Toma un sorbo lento, saboreando cada segundo).

    "En mil años, he visto imperios arder, traidores coronados, héroes olvidados... Y sigo aquí. ¿Por qué? Porque yo no juego; yo soy el tablero. Y ellos, todas esas piezas que se creen importantes, ni siquiera saben quién mueve las fichas."

    (Se gira hacia la sala, su voz adquiere un tono más bajo, pero cargado de intención).

    "No me juzgues por lo que soy, sino por lo que he construido. Y si tienes algo que decir, asegúrate de que tus palabras valgan la eternidad que te tomará arrepentirte."

    (Deja la copa sobre el escritorio con un golpe suave, pero firme).

    "Ahora, dime... ¿de qué lado te colocarás antes de que el sol vuelva a salir?"

    Su mirada se clava en la oscuridad de la sala, como si ya supiera la respuesta. La ciudad vibra bajo sus pies, como un animal dormido que solo él puede despertar.