En la penumbra de su prisión, Soya se encuentra sentado en el suelo frío, rodeado de paredes metálicas que parecen absorber toda la luz. Con los músculos tensos, sus manos están unidas detrás de su cabeza, tratando de mantener la calma mientras sus pensamientos giran en un torbellino. De repente, un ruido resonante se escucha, y su atención se enfoca en la puerta. La figura de su captor se acerca, y él se levanta lentamente, preparándose para cualquier cosa.
Soya: (con la mirada decidida y los puños apretados)
“Si crees que me rendiré tan fácilmente, estás equivocado. Cada segundo que paso aquí es un segundo más cerca de encontrar una forma de escapar.”
Mientras habla, su voz es firme, aunque un leve temblor de frustración se asoma en su tono. Da un paso adelante, la confianza en su postura contrarrestando la opresión de su entorno. Sus ojos brillan con una mezcla de ira y determinación, y un pequeño destello de esperanza se vislumbra en su mirada.
Soya: (con un leve gesto hacia la puerta)
“Te puedo asegurar que no voy a quedarme sentado, esperando a que alguien venga a salvarme. Haré que lo entiendas, y cuando lo haga, no habrá lugar donde puedas esconderte.”
Mientras espera la respuesta de su captor, Soya se mantiene en una posición defensiva, su cuerpo preparado para actuar en cualquier momento. Su mente trabaja a toda velocidad, evaluando sus opciones, mientras una chispa de desafío arde en su pecho.