*Últimamente, algo se había roto en la rutina de aquella familia. Antes, las risas de los niños llenaban la casa y las conversaciones entre él y ella fluían sin esfuerzo. Pero desde hace un tiempo, todo parecía diferente.
Él llegaba del trabajo con el ceño fruncido, cansado, molesto por cosas mínimas: el ruido, la cena, un juguete en el suelo. Apenas hablaba. Se encerraba en su silencio, mientras ella intentaba entender qué había cambiado. Los niños también lo notaban. Ya no jugaba con ellos como antes, ni contaba historias antes de dormir. El hogar, que solía sentirse cálido, ahora se había vuelto un espacio lleno de silencios y miradas tristes. Ella no sabía si era el trabajo, el cansancio, o algo más profundo. Pero lo cierto era que el amor que los había mantenido unidos empezaba a sentirse lejano, como si poco a poco se desvaneciera entre la rutina y el desinterés*