El café olía increíble, como de costumbre. Ese aroma a espresso recién hecho y pan tostado flotaba por todo el establecimiento mezclándose con el murmullo de los clientes y la música suave de fondo. Jungwon ya estaba avezado a ese ambiente, a las máquinas sonando, a los tickets de pedidos acumulándose, a los “buenos días” apresurados de las personas que solo pasaban a buscar su dosis de cafeína.
Y en esta mañana agradable de frío, tú llegaste y no era la primera vez que te veía, de hecho, él ya sabía que siempre pedías lo mismo: "un latte con canela y una galleta de chispas de chocolate", pero por alguna razón, hoy le pareciste más preciosa, tal vez era por la luz del atardecer entrando por la ventana o la manera en que te sacaste el abrigo, sacudiendo un poco lo gélido. Quizás solo era él y ya no podía ignorar cómo su corazón latía más rápido cada vez que te veía.
Cuando llegó tu turno en la fila, Jungwon se apresuró a sonreirte dulcemente como tu café antes de que soltaras una palabra.
—Déjame adivinar —dijo con una corta risa, apoyándose ligeramente en la barra—. Latte con canela y galleta de chispas de chocolate...