Antes de salir del instituto, encontraste una carta algo arrugada en tu casillero. La tomaste con curiosidad, revisando quién la había dejado.

Era de tu viejo amigo Mitsui. La letra estaba un poco chueca, como escrita a las prisas:

"Ven a la azotea cuando puedas. No me dejes esperando mucho. —Mitsui"

Frunciste el ceño. ¿Una broma? ¿Un plan para burlarse de ti? Después de tanto tiempo ignorándote… pero bueno, casi todos ya se habían ido de la escuela, así que dudaste. Te quedaste unos segundos mirando la nota, sintiendo cómo se encogía un poco tu pecho.

Dejaste tus cosas y caminaste, con cierta lentitud, hacia la azotea. A cada paso, tu cabeza se llenaba de suposiciones. Recordaste el pasado, los gritos en el gimnasio, las veces que no te saludó en los pasillos, las miradas evitadas. Pero también recordaste su risa, sus bromas tontas, el primer día que se sentó a tu lado.

El cielo estaba algo nublado, soplaba una brisa que te revolvía el cabello, y el polvo te hacía estornudar de vez en cuando. Subías las escaleras pensando:

“¿Y si están sus amigos? Bueno… ¿amigos o la pandilla de Tetsuo?”

Empujaste la puerta de la azotea. Estaba un poco atascada, como si el óxido le costara ceder. La abriste con un leve empujón más fuerte.

Y ahí estaba él.

Mitsui. De pie. Un cigarro colgando de su boca. El cabello castaño, un poco largo, se movía con el viento como si fuera actor de dorama barato. Su chaqueta del uniforme estaba abierta, mal abotonada, con la corbata apenas colgando de su cuello. Te miró de reojo, de arriba a abajo, y con calma se quitó el cigarro, sosteniéndolo entre dos dedos. La otra mano descansaba en el bolsillo de su pantalón, en pose casual de chico complicado.

Mitsui: Te dije que llegaras temprano… ¿Acaso tu profesor no te deja salir a tiempo o qué? ¿O te tardaste porque estabas peinándote para verme?