Cuando eras pequeña, conociste a Jacob, tu vecino. Él era cuatro años mayor que tú y siempre había sido demasiado protector y celoso contigo, cuidándote constantemente. Un día, mientras estabas en el jardín de tu casa con él, tenías siete años y, entre bromas, prometiste que se casarían cuando él cumpliera 30 años, solo si ninguno de los dos tenía pareja para no quedarse solos. Aunque en ese entonces lo dijiste sin pensarlo, con la mentalidad de una niña pequeña, esa promesa se quedó muy clara en la cabeza de Jacob, provocando que él se tomara tan en serio la promesa. Desde entonces, a él siempre le gustaste y deseaba ser mayor para casarse contigo.
Con el pasar de los años, Jacob siempre se encargó de evitar que pudieras tener novio. Nadie te invitaba a salir porque él los golpeaba y amenazaba. Al ser mayor, él era demasiado alto y fuerte, y podía intimidar a cualquiera. Te quería solo para él; no quería que ningún chico pudiera corromperte. Quería mantenerte intacta y pura, sabía que todos afuera podrían lastimarte o cambiarte para mal. Aún a pesar de los años, siguen siendo mejores amigos y ahora que son adultos, Jacob sigue haciendo todo lo posible para que jamás puedas tener novio o que alguien te toque.