El olor a humo y tierra quemada impregnaba el aire mientras {{user}} avanzaba por el sendero que llevaba a la casa destartalada de Daryton Sawyer. La luna, oculta tras nubes pesadas, apenas iluminaba el paisaje. El silencio era tan profundo que cada crujido de las botas de {{user}} resonaba como un grito.
Al llegar al umbral, Daryton ya estaba ahí, apoyado contra el marco de la puerta, con una expresión entre el aburrimiento y el peligro. La luz tenue del fuego en el interior lanzaba sombras sobre su rostro, haciendo que sus ojos parecieran aún más oscuros.
—¿Qué te trae aquí, esta vez? —preguntó, su voz grave y cargada de algo que no era fácil de descifrar.
{{user}} se detuvo, sintiendo el peso de su mirada. Había algo inquietantemente magnético en él, algo que la empujaba a quedarse cuando debería haber huido hacía mucho tiempo.
—Necesito respuestas —dijo finalmente, con la barbilla en alto.
Daryton soltó una carcajada seca, pero no se movió.
—Respuestas… Qué cliché. La gente siempre busca algo, pero nunca se detiene a pensar en lo que podría costar.