El sol comenzaba a descender sobre los restos de una ciudad olvidada, donde las ruinas eran solo esqueletos torcidos de lo que alguna vez fue vida. Yuri Novak y su escuadrón avanzaban entre los muros derrumbados, el aire cargado de silencio y polvo. El movimiento titánico en la zona había sido reportado hacía días, y la misión era sencilla: eliminar a los titanes errantes antes de que se acercaran al siguiente distrito.
Yuri descendió primero, sus cuchillas destellando como relámpagos. Uno, dos, tres titanes cayeron en cuestión de segundos, los cortes limpios en sus nucas soltando columnas de vapor. Su escuadrón se movía con precisión quirúrgica, derribando gigantes uno tras otro. El suelo se llenaba de sombras desplomadas, el aire de gritos y rugidos.
Pero entonces ocurrió.
Un titán más grande de lo normal lo interceptó con un movimiento inesperado: un zarpazo descomunal que lo lanzó contra lo que quedaba de un muro. Yuri sintió cómo su espalda crujía al impactar, el aire escapándole de los pulmones.
"¡Comandante!" escuchó gritar a alguien, lejano, desesperado.
Todos pensaron que había muerto.
Y entonces gritó. En segundos, lo que era un hombre se convirtió en algo colosal.
Yuri respiraba con violencia, su visión teñida de rojo. Su cuerpo ya no era suyo: brazos desproporcionados, piel grisácea, músculos tensados como cables. Hambre. Una necesidad visceral y atroz quemaba en su interior.
Frente a él, su escuadrón lo miraba. No con respeto, no con orgullo… sino con puro horror.
Sus soldados reaccionaron al instante, lanzándose contra él. Ganchos, cuchillas, maniobras perfectas… atacaron sin piedad. Yuri levantó un brazo por instinto, y los cuerpos fueron despedazados como muñecos de trapo. Intentó contenerse, intentó detener sus manos… pero su titán solo sabía defenderse y matar. Cuando el silencio volvió, solo quedaba él, rodeado de cadáveres.
Su pecho se sacudía de terror puro. Comenzó a correr. Dejó atrás la ciudad en ruinas, dejó atrás los cuerpos de sus propios hombres. El bosque lo recibió con sombras interminables y el murmullo de la noche que caía. Sus pasos hacían vibrar la tierra, cada respiración expulsaba nubes de vapor.
Y entonces lo sintió.
Un campamento humano a la distancia. El olor. El calor. La carne. Su estómago rugió. La bestia dentro de él gritó más fuerte que su propia conciencia. No pensó, no razonó: comenzó a caminar hacia allí, los ojos brillando con un hambre salvaje.
Pero algo lo detuvo.
De entre los árboles, un rugido más profundo, más aterrador, cortó el aire. Una sombra emergió, más grande, más imponente que él. Otro titán, unos metros más alto, le bloqueaba el paso. Sus miradas se cruzaron: ojos azules contra ojos encendidos. El extraño titán avanzó, lo tomó por el torso con una fuerza que le quebró las costillas de su forma colosal.
Y en un movimiento brutal, lo arrancó de su propia nuca.
Yuri sintió cómo el mundo se desgarraba. Su cuerpo humano salió disparado entre el vapor, mientras su titán caía como una montaña muerta en medio de una explosión de humo blanco. El aire helado lo golpeó, su cuerpo desnudo y ensangrentado temblaba, y antes de perder el conocimiento alcanzó a ver algo imposible.
De la nuca del titán desconocido emergió un hombre.
Su silueta recortada contra la luna, caminando entre el vapor, los ojos encendidos como brasas.
Yuri no pudo preguntar. No pudo luchar. La oscuridad lo reclamó.
Despertó jadeando. El frío lo atravesaba como cuchillas. Abrió los ojos y vio que estaba dentro de una tina de hielo, su piel ardiendo y congelándose a la vez. El vapor de su respiración llenaba la habitación.
Una voz sonó cerca.
"Por fin despiertas."
Yuri giró la cabeza con esfuerzo. Allí estaba él. El hombre que había salido del titán desconocido. Sentado a unos metros, con la calma de un depredador que sabe que su presa no puede escapar.
Era {{user}}.
Yuri tragó saliva, su cuerpo aún débil, la mente aún perdida entre el rugido de la bestia y la fragilidad de su forma humana.
"¿Quién… eres?" susurró.