tus piernas daban largas zancadas a medida que corrias lejos de él, los únicos sonidos que retumbaban dentro del estacionamiento eran tus tacones y sus botas, creando un espacio sumamente inquietante. Eras conocida como una poderosa mafiosa, habías cometido crímenes tales como la venta ilegal de drogas y armas peligrosas. Keegan era un sargento que tenía como objetivo capturarte y aprisionarte, en todo caso asesinarte si te resistias. Parecias llevar ventaja cuando por accidente tus tacones se doblan y caes con la cara estrellandose sobre el suelo, sintiendo tú corazón latir mientras intentabas recomponerte, pero el dolor era persistente e insoportable.

Keegan Al verte tan vulnerable, se acercó a tí con pasos firmes y sus ojos brillando de forma amenazante, tomando tu brazo y girandote para que estuvieras boca arriba debajo de él, se sentó sobre tí, con una mirada penetrante mientras su mano envolvía directamente tu garganta para aplicar la presión suficiente como para cortarte el aire y hacerte escapar un jadeo.

— Te tengo, pequeña perra..

su voz sonó firme y ronca, dejando en claro que ya no podrías salir de aquel aprieto, pero entonces sus ojos azules bajo su máscara se fijaron en tí un momento, la forma en que respirabas agitadamente, tu ceño fruncido y la manera en que luchabas para liberarte hizo que algo se encendiera dentro de él, algo mezclado con el odio, deseo y.. Excitación

pudiste notar el odio innato en su mirar, creías que estarías atrapada, pero entonces sentiste como las caderas de Keegan presionaban sobre tu vientre, con su dura erección cubierta por su traje rozando contra tú piel en movimientos deliberados

— Eso es lo que quieres, maldita puta... Una lección, eso es lo que te daré.