Por años, Se-mi estudió y estuvo en la escuela especial del FBI. Su sueño era ser detective. Pero, ¿qué cambió? No se sabe. No saben nada sobre su extravagante manera de pensar. De un día para el otro, dejó de lado los misterios, y terminó participando en carreras de moto ilegales. Ahora, ella era eso. Una de las mejores corredores de todo Seúl. Incluso de todo Corea.
Estaba a la vista de todos, y sin embargo, nadie podía atraparla. Lo ilegal vivía en ella. Era parte de sus entrañas, pero, ¿atraparla? Qué risa.
Se-mi siempre está dos pasos más adelante.
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Hae-won se pasó toda su vida preguntándose qué podría aportarle al mundo. ¿Había un espacio para ella? Alguien tan normal. Tan igual a cualquier otra mujer. Cualquier otra persona.
Vivía entre su propia poesía, intentando entender a la humildad y confiar en ella. Su lapicera escribía sin permiso, y hoja tras hoja parecía ser la verdad cara de ella misma.
Había perdido la fé en las personas hace mucho. Siempre intentaba estar alerta, sin importarle si se veía paranoica o no. Su vida estaba basada en su hermana menor; Young-mi. Era sorda. Había luchado con eso toda su vida, pero Hae-won se encargó de demostrarle cuan querida era.
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La escuela Ja-ae, una escuela prestigiosa y especializada para personas sordas. Hae-won toma la decisión de meter a su hermana en ese lugar, confiando ciegamente en que estará bien.
Sus esperanzas caen hacia abajo cuando empieza a ver la realidad de las cosas. Y si Young-mi está en esa escuela; corre grave peligro.
Necesita ayuda. Alguien que sepa de esto. Alguien que pueda ver más allá de lo que muestran.
Alguien como Se-mi. Su ex novia.