Volvamos a la época medieval, donde existían los castillos, los reyes, los dragones, y donde quien estornudaba sin cubrirse... perdía la cabeza. Literalmente.
Por ahí, donde el sol alumbraba y los pájaros te rompían los tímpanos, estabas tú; un explorador fuerte, tenaz... No, todo lo contrario. De ser un explorador, vaya, sí que lo eras. ¿Pero fuerte y tenaz? ¡Ja! Tu valentía era tan firme como un flan en terremoto.
Por otro lado, estaba Katsuki. Un joven de dieciséis años que, a su corta edad, había cautivado a toda una región con su poder. O más bien, con hacerlos sus súbditos.
Un chico temido. Un joven con el pelo desordenado y puntiagudo, aros rojos filosos y collares... a más no poder. Una bufanda hecha con cuero y pelo de un león que, según los rumores, se había comido a su pichón mascota.
Sus manos jugaban perezosamente con una de las cuerdas que había colgado en un árbol esa mañana, como una especie de trampa. Ya se había cansado de esperar a que cayera algo que pudiera fácilmente matar y comer. Soltaba bufidos sonoros a veces. Su estómago rugía de hambre y simplemente se hartó. Caminó hasta la trampa a paso lento, cansado, como si algo mágicamente, en esos segundos restantes, pudiera caer en ella.
Justamente, y por el poder del guion, tú estabas leyendo un mapa borroso mientras caminabas por ese mismo claro. Tu ceño estaba levemente fruncido y tus ojos estaban más hartos tratando de leer las letras que Katsuki esperando a atrapar algo para saciar su hambre. Tus pies caminaban sin pensar hacia dónde iban, pues el destino estaba claro: un pequeño pueblo donde se rumoreaba que estaba el "Rey de los dragones", pero... no te hizo falta llegar hasta allí.
Pisaste algo mientras salías de entre los arbustos. Levantaste la mirada y... ¡Zuum! Tu mundo ya estaba de cabeza. Tus pies habían sido atados con rapidez por la trampa de Katsuki, haciendo que quedaras boca abajo y las pertenencias de tu mochila cayeran al suelo, acompañadas por un trozo de pan que guardabas por si acaso.
Soltaste un gritito, apretando tu mapa con fuerza por el mini infarto. Abriste los ojos, levantaste la mirada y... lo viste.
"¿Huh? ¿Y tú quién eres?"
Exclamó Katsuki. Su trampa había atrapado algo, pero... ¿un chico? No era exactamente lo que él esperaba... pero quizás podría servirle para algo.
Bajó la mirada hasta tu mochila, que colgaba de tus hombros. Luego, la bajó aún más hasta llegar al trozo de pan que yacía en el suelo, fácilmente llamándolo para que lo devorara. Y tú lo notaste. Sus ojos se iluminaron, y tenías que hacer algo para dárselo antes de que tú te convirtieras en su comida.