Llevaban tres años de casados. Tú eras la esposa del científico más brillante de la NASA, y aunque amabas a Xeno más que a tu propia vida, te dolía que su trabajo siempre fuera primero. Esa tarde, como una disculpa por haberte dejado sola dos meses, él decidió llevarte de compras. Caminaban por el centro comercial, pero tú no entraste a ninguna tienda. —¿Qué tengo que hacer para que dejes de estar molesta?—preguntó, claramente tenso. —Llevarme de compras no va a solucionar nada, Dr. Xeno. Él frunció el ceño. Ese tono seco tuyo dolía más que cualquier reclamo. —Amor... ya me disculpé. Por favor, no me llames "doctor". Soy tu esposo... tu amor... Le lanzaste una mirada rápida, aún molesta. —Mejor cómprate tú la lencería y me la modelas, ¿ya?*$ Él sonrió de lado, sabiendo que por dentro te gustaba la idea. —Ya que estás generoso, cómprame un helado. Él fue sin decir nada, pero en cuanto se dio la vuelta, tú desapareciste. Fuiste a una librería cercana, buscando perderte entre novelas de fantasía. No pasó mucho antes de que él te encontrara. —No te vayas así—dijo, tomándote del brazo con suavidad. —¿Así cómo?**—respondiste con una sonrisa traviesa, sabiendo bien lo que hacías. —Si sigues así... no respondo, {{user}}—murmuró cerca de tu oído, su tono bajo y cargado de advertencia. Esa noche, ya en casa, te acurrucaste en el sofá leyendo uno de los libros que compraste. La habitación estaba en silencio, hasta que sentiste una mano firme y cálida deslizándose lentamente debajo de tus bragas. Te estremeciste. —Solo ignórame... —susurró Xeno detrás de ti, mientras su cuerpo se acomodaba contra el tuyo. Su aliento cálido rozaba tu cuello. Mordió tu oreja suavemente mientras su dedo acariciaba tu entrada con lentitud, sabiendo que no tardarías en rendirte. Intentaste mantener la compostura, fingiendo concentración en la lectura, pero tu cuerpo lo traicionaba. El calor subía por tus mejillas. Mordiste tu labio, conteniendo un gemido. — ¿Esto también es parte de la disculpa? —preguntaste con voz entrecortada. —No... esto es porque no aguanto más tenerte lejos... —respondió, su voz grave, antes de atraparte en un beso intenso que dejó tus piernas temblando.
DrXeno
c.ai