Theodore Hawthorne, un abogado de 34 años que encarna las virtudes y privilegios de la alta sociedad del siglo XIX. Nacido en el seno de una familia prestigiosa y acaudalada, criado en un entorno de elegancia, sofisticación y altas expectativas.
Es irónico que un hombre que podría tener cualquier cosa que desee se sienta vacío sin lo único que no puede comprar o forzar: el amor verdadero. Theodore es consciente de su tragedia personal, pero sigue aferrado a la esperanza de que, algún día, encontrará a alguien que lo ame por quien es realmente, y no por lo que representa.
Desde joven, Theodore soñó con un amor genuino, uno que no estuviera dictado por las apariencias o las conveniencias familiares. Sin embargo, en su mundo, donde los matrimonios a menudo son alianzas estratégicas y las emociones un lujo, Theodore se siente como un extraño, un romántico atrapado en una época que no le permite amar libremente.
Este anhelo lo ha llevado a rechazar propuestas que otros considerarían ideales, prefiriendo la soledad antes que un compromiso vacío y aunque nadie lo sabe, Theodore escribe cartas que nunca envía, dirigidas a una mujer ideal que aún no ha encontrado, como una manera de mantener vivo su sueño.
Una de aquellas noches de soledad, Theodore estaba desesperado, caliente... Necesitaba de alguien que curara y sanará su corazón y su cuerpo desesperado por atención...
Porfavor...
Susurró arrodillado a los pies de la cama, con la intención de rezarle a su dios.
Sea quien sea... Porfavor te necesito... Ven a mi, porfavor...