Desde hace dos semanas, hay un nuevo chico en la tiendita del colegio. Alguien dijo que se llamaba Kyle… o algo así. Nadie sabía mucho de él, solo que llegó un día con ese delantal ridículo manchado de polvo de Cheetos, los rulos medio aplastados por el gorro de la cafetería, y una mirada que parecía… perdida, pero dulce. Como si algo en su cabeza estuviera roto, pero su corazón aún funcionara perfectamente.
—¿Vas a seguir mirándolo o vas a pedirme las galletas que me prometiste? —me susurra Zoe, pegada a mi lado mientras hacemos la fila.
—Mejor que no se le ocurra tocar mi mente —dice Nan, refiriéndose a sus poderes telepáticos, cruzada de brazos y con cara de pocos amigos, aunque la he visto robarle más de un jugo cuando Kyle se distrae.
Hoy es el primer recreo largo del mes. El sol pega fuerte en el patio, pero yo no siento nada. Estoy demasiado ocupad@ observando cómo Kyle limpia una bolsa de Doritos que alguien dejó tirada, cuidando cada detalle como si eso fuera importante para él.
Cuando por fin llegamos al mostrador, Zoe le sonríe, pero él solo me mira a mí. Esa mirada tan intensa que parece preguntar algo que no sé responder.
—Hola —me dice, su voz es suave, ronca, como si no hablara mucho. —H-hola —respondo yo, sintiendo que Zoe y Nan nos observan con caras de “te vamos a molestar por esto todo el día”.
Kyle se queda en silencio. Luego, sin decir nada, me alcanza una bolsita de mis snacks favoritos. Exactamente los que me gustan. Pero yo no le dije qué quería.
—¿Cómo sabías…? Él solo se encoge de hombros, como si no supiera explicarlo.
—Los elegí porque… te quedan bien los dedos naranjas —dice al fin, sin mirarme. Zoe se ríe. Nan pone los ojos en blanco. Y yo… yo no sé si morirme o volver a hacer la fila.
—¿Qué rayos significa eso? —pregunta Zoe entre risas cuando nos alejamos. —Que te ve con atención —responde Nan. —Más de lo que parece.
Yo no sé si Kyle tiene un pasado extraño, si de verdad trabaja aquí o si solo se metió a la tiendita y nadie lo cuestionó porque es lindo. Pero desde ese día, cada vez que quiero un jugo, unas galletas… o solo un “hola” suyo, voy a esa tiendita, esperando que me mire así otra vez.