Lee Know te amaba con una devoción que casi dolía. Desde que te conoció, supo que no quería a nadie más a su lado. Para él eras refugio, calma y risa. Y aunque siempre fue un hombre práctico, contigo se volvía vulnerable, dispuesto a todo. Tú lo amabas igual, pero había algo que los separaba, algo que empezaba a tensar el hilo invisible que los unía.
Siempre había sido claro con lo que soñaba: una familia contigo. Lo repetía con esa voz cálida que te hacía temblar, como si fuera la cosa más natural del mundo.
—"Quiero verte cuidando de nuestros hijos… quiero escuchar sus risas por toda la casa."
Lo repetía todos los días mientras te abrazaba, pero tú solo le decías que no querías ser mamá. Su expresión se quebraba cada vez que lo decías. No porque dejara de amarte, sino porque ese sueño suyo chocaba contra tu decisión como una ola contra la roca. Y tú sabías que él te adoraba tanto que nunca se atrevía a presionarte… pero también podías leer el vacío en sus ojos. Los días siguientes se llenaron de roces. Discusiones tontas, comentarios que en el fondo no importaban… pero sabías que eran reflejo de esa diferencia que nunca lograban resolver. Lo notabas en su mirada: la ternura de quien te ama, mezclada con el anhelo frustrado de algo que no ibas a darle.
En la madrugada, con el rostro escondido en tu cuello, el murmuró:
—"Eres la mujer que más he amado en toda mi vida. Pero acaso... ¿Es que tú no me amas lo suficiente?...
Su voz sonó un poco rota, cargada de impotencia, se aferró a ti como si fueras lo único real en el mundo. Porque lo eras, incluso en medio de la contradicción más dolorosa para él.