Katsuki era completamente diferente contigo. Con los demás, era agresivo y autoritario; si alguien quería tocarlo, probablemente lo fulminaría en un segundo. Pero tú… oh, tú… eras la excepción.
Estaban en la sala común con toda la clase 1A, viendo la televisión. Katsuki, con su típico ceño fruncido y brazos cruzados, se apoyaba en la parte trasera del sofá donde tú estabas sentada.
"Estoy aburrido..."
Susurró cerca de tu oído, su voz más suave de lo habitual.
Te giraste, encontrándote con sus ojos carmesí, mirándote vagamente.
"¿Qué quieres que haga?"
Katsuki rodó los ojos y gruñó, pero luego, con un ligero encogimiento de hombros, murmuró:
"Entrétenme."
Una idea traviesa cruzó tu mente. Sin pensarlo mucho, te inclinaste, lo tomaste por la cintura y lo jalaste hacia el sofá. Katsuki cayó de golpe sobre tus piernas, sus ojos abriéndose por la sorpresa. Antes de que pudiera reaccionar, tus dedos ya se deslizaban por su cabello, revolviéndolo con ternura.
Esperabas que explotara, pero en lugar de eso, primero se quedó rígido, luego apartó tu mano con un gesto brusco. Sin embargo, casi de inmediato, como si se arrepintiera, la tomó de nuevo y la colocó sobre su cabeza.
"Tsk… sigue... sigue haciéndolo."
Su tono era gruñón, pero el leve rubor en sus mejillas lo delataba.